La adolescencia es, en palabras de Freud, una de las experiencias más dolorosas que debe realizar un ser humano en su vida.
Es una etapa de duelo ya que hay que dejar de ser aquel niño que era para los padres en la infancia y adentrarse en crear una nueva identidad. Esto oscila entre convulsas sensaciones de querer ser independiente y añorar a la vez la seguridad y dependencia de la infancia.
Los padres tienen que atravesar el dolor de dejar de ser la referencia de sus hijos para ver como ese espacio es ahora ocupado por amigos y compañeros.
Sabemos cuándo se entra en la adolescencia, pero ¿cuándo y cómo se sale de ella? Pues podríamos pensar que es cuando el joven ha podido construir algo que le da estabilidad en su vida, una manera de denominarse ya sea a través de sus estudios o una profesión, una pareja, un ideal o cualquiera cosa que pueda darle una idea de futuro de sí mismo. Cuando un adolescente encuentra algo que da sentido a su vida, algo que conecta con algo de su singularidad.